A lo largo de la historia, los seres
humanos hemos intentado explicar por qué el hombre actúa de una forma u otra
ante determinadas situaciones, el lugar que éste ocupa respecto a los demás
seres vivos, etc. En resumen, siempre hemos tratado de dar respuestas a todos
los interrogantes que han acosado al ser humano. Sin embargo, incluso en la
actualidad, no hemos sido capaces de dar una respuesta definitiva a todos estos
enigmas, aún contando con testimonios y observaciones hechas por filósofos y
autores tiempo atrás.
Desde
mi punto de vista, para analizar correctamente como es el ser humano debemos
centrarnos en un aspecto fundamental de éste, el alma. Para poder examinar el
alma con precisión, debemos dividirla en dos partes: una parte racional, y otra
que va más allá de la razón.
Sin embargo, antes de estudiar a fondo
las partes del alma, primero debemos responder a una cuestión: "¿existe
realmente el alma?". Obviamente, la respuesta es afirmativa, se exponga el
caso que se exponga, ya que todo ser libre (como por ejemplo el ser humano) no
puede ser completamente material, puesto que si lo fuese, su comportamiento
siempre se vería controlado por las leyes de la naturaleza, cosa que no sucede
en el caso del ser humano.
Entorno a esta cuestión, es muy
interesante el criterio que sigue Immanuel Kant, filósofo prusiano de la
Ilustración, quién creía que la existencia del alma era una necesidad moral,
puesto que si no existiera el alma, seríamos puramente materiales (es decir, no
seríamos libres), lo que es imposible, ya que según Kant, es moralmente
necesario que seamos libres.
Una vez aclarada esta cuestión,
podemos proceder a estudiar al detalle las dos partes del alma comentadas
anteriormente.
En primer lugar, observaremos la
parte racional del alma; esta parte se ve regida en todo momento por el
conocimiento y la sabiduría. Es la sección del alma que nos permite a los seres
humanos hacer uso del pensamiento y la razón (“logos”), y de esta forma actuar
dependiendo de la situación en la que nos hallemos.
Según Platón (filósofo de la Antigua
Grecia), quien desarrolló una idea respecto a este tema, existen tres partes
del alma: la apetitiva, la irascible y la inteligible. Ésta última, vendría a
ser la parte racional, puesto que se basa en la sabiduría y el conocimiento, y
es la sede de la razón.
En
segundo lugar, encontramos la parte del alma que va más allá de la razón.
Evidentemente, el ser humano es racional, pero no de una forma completa, ya que
existen elementos que forman, constituyen y afectan al hombre, y van más allá
del entendimiento y la razón humana. Entre estos elementos podríamos destacar a
los sentimientos, las pasiones, los deseos, etc.
En definitiva, son estos elementos
ajenos al logos humano, los que forman esta parte del alma del hombre. Estos
elementos podrían ser precisamente las partes apetitiva e irascible del alma,
según el modelo establecido por Platón.
Ahora que ya hemos visto a que
corresponde cada una de las dos partes del alma podemos observar que surge una
gran incógnita: “¿Qué parte del alma es más importante?”. La respuesta a esta
pregunta es bastante sencilla; ambas partes son igual de importantes, ya que
sin la parte racional, nos dejaríamos llevar ciegamente por nuestros deseos, lo
que haría de nosotros algo puramente material, como les sucede al resto de los
animales y seres vivos; sin embargo, nuestros sentimientos, nuestras pasiones,
o nuestros deseos son lo que hacen que no nos comportemos como si fuéramos
simples “autómatas” (es decir, como si fuéramos “máquinas”), es más, son esta
clase de elementos los que hacen que cada ser humano sea un individuo
completamente independiente del resto; son lo que hacen que cada uno de
nosotros tenga unas ideas y unos criterios propios.
No
obstante, en contraposición a todos estos fundamentos sobre el alma, la razón y
los sentimientos del ser humano, podemos encontrarnos con ideas y teorías, como
las evolucionistas, que defienden que el ser humano no tiene nada de especial,
y que no es diferente del resto de los animales, es decir, que es un animal
más.
Con respecto a estos criterios,
principalmente defendidos por naturalistas como Darwin y Lamarck, solo cabe
destacar que, aunque el proceso de la evolución del ser humano a partir de
otros animales es irrefutable, es evidente que el ser humano no puede ser sólo
un animal más, ya que ha conseguido imponerse al resto de los animales, seres
vivos, e incluso a la misma naturaleza, tal y como se puede ver en la
actualidad.
Obviamente, esto no lo puede conseguir
un ser que posea un par de características especiales, esto sólo lo puede
conseguir un ser que es superior a todo lo que le rodea.
Para finalizar (y en conclusión), se
puede decir que el ser humano posee un elemento fundamental, que es el alma,
que a su vez está dividida en dos partes; la parte racional, que nos permite
hacer uso de la razón, y la parte que va más allá de la razón, que está
constituida por los sentimientos, la emociones, etc., que nos permite
desarrollar ideas y criterios propios.
La actuación conjunta de estas dos
partes, es la que nos hace situarnos por encima del resto de los animales y
seres vivos, es decir, es lo que hace que seamos seres superiores.