sábado, 9 de mayo de 2015

Maximilien Robespierre: ¿héroe o villano?


Maximilien Robespierre nació el 6 de mayo de 1758 en Arrás - Francia. Robespierre, miembro de la baja nobleza del norte de Francia, comenzó siendo un joven abogado entusiasmado con los ideales demócratas de Jean-Jacques Rousseau y firme detractor de la pena de muerte, para llegar a ser un hábil político que llegaría a consagrarse como el líder del Partido Jacobino (partido revolucionario radical) durante la Revolución Francesa y ser así el máximo exponente del gobierno de la etapa revolucionaria radical conocida como El Terror, un férreo régimen dictatorial durante la cual fueron guillotinadas miles de personas. Finalmente, Robespierre fue guillotinado a traición por algunos miembros de su propio partido con el apoyo de los Girondinos (partido opositor), por miedo a ser guillotinados (cabe destacar que Robespierre llegó a guillotinar a integrantes de su propio partido a causa de los excesos llevados a cabo por algunos de sus miembros, y por los casos de corrupción tan numerosos que se habían dado dentro de éste). A este golpe de Estado se le conoció como golpe del Termidor y culminó con la ejecución de Robespierre el 28 de julio de 1794 en Paris.

No se sabe muy bien como Robespierre, quien inicialmente era demócrata y contrario a la pena de muerte, llegó a radicalizarse hasta tal extremo, todo apunta a que fueron los excesos del despotismo absolutista del rey de Francia, Luis XVI, pero yo creo que esto también pudo deberse a su personalidad obsesiva, o también a su culto religioso hacia la razón y el Ser Supremo, que debieron de hacerle desarrollar una conducta excesivamente racionalista que, tal como yo lo veo, debieron acabar desembocando en un utilitarismo radical carente de sentimiento que pudo conducirlo a la creencia de que el fin justifica los medios.

Precisamente, en esta entrada me centraré, sobre este histórico punto de controversia a lo largo de la historia de la humanidad de un modo relativo a la figura de Robespierre. El fin, en este caso, está muy claro: consolidar y propiciar la posterior expansión de los ideales liberales de la Revolución Francesa (libertad, igualdad ante la ley...) por toda Europa (cabe destacar que este fin se llevó a cabo con éxito); los medios son de sobra conocidos: miles de personas ejecutadas en la guillotina. En este punto, en concreto (y a pesar de que siempre he considerado que el fin nunca justifica los medios, por muy grandioso que sea dicho fin), he de decir que me encuentro en una encrucijada. Por una parte, como ferviente partidario del liberalismo que me considero, siento la obligación de mostrarle a Robespierre mi agradecimiento, puesto que considero a los valores de la libertad y la igualdad de los ciudadanos como unos derechos inalienables de los mismos; y es evidente, que gracias a la labor de Robespierre tales principios pudieron consolidarse y desarrollarse finalmente en la totalidad de la Europa Occidental. Por el contrario, el precio de llevar a cabo esta causa es tan escandalosamente alto que no me permite considerar la obra de Robespierre ni de lejos como un éxito absoluto.

Una vez evaluados los "pros y contras" de esta situación, creo necesario, a pesar de los terribles males causados, aceptar la labor desempeñada por Robespierre en favor de la existencia de un mundo libre en la actualidad. No obstante, no deseo que se me malinterprete: no justifico para nada tal cantidad de ejecuciones, ni que un sistema sea tiránico, ni un radicalismo tan desenfrenado. Aclarado todo esto, que conste que únicamente deseo hacer las cosas del modo más correcto posible; y espero de todo corazón no equivocarme.



viernes, 8 de mayo de 2015

Reflexión acerca de "Sobre la paz perpetua"


En su obra Sobre la paz perpetua, Immanuel Kant (filósofo ilustrado prusiano del S. XVIII) expone una importante tesis política. Dicha teoría se centra en acabar con los conflictos bélicos, con la guerra entre las distintas naciones y países; para ello, el filósofo prusiano planteó en esta obra la que sería la primera demanda de una organización de países que velase por la paz universal.

En líneas generales, he de decir que la propuesta de Kant me parece muy interesante y prometedora y, sinceramente, creo que es admirable que alguien tuviese una mentalidad tan avanzada y cosmopolita hace ya varios siglos. No obstante, hay algunos aspectos de la tesis que desarrolla Kant en su obra que me gustaría examinar más a fondo. Por ejemplo, en primer lugar, está el tema de que los países miembros han de basar su estructura principalmente en garantizar la libertad de sus ciudadanos y la igualdad de los mismos entre sí, y para ello han de constituirse como repúblicas. Lo de asegurar la libertad y la igualdad de los habitantes de los países miembros de esta hipotética asociación está muy bien; son ideas liberales propias de un filósofo liberal (como es Kant) que comparto profundamente, pero no entiendo porqué el modelo del estado ha de ser necesariamente el republicano cuando los derechos que aquí son expuestos y defendidos son perfectamente compatibles con una monarquía parlamentaria, cuyo claro ejemplo son Reino Unido, Países Bajos, entre otros.

También otro aspecto llamativo de esta teoría kantiana es el hecho de que un país no pueda intervenir en la política interna de otro, cuando esto no tiene ningún sentido, ya que en realidad este principio resulta ser un importante impedimento para que se garanticen los derechos humanos (entre lo que se incluyen los anteriormente mencionados) de todas las sociedades de los Estados miembros. Precisamente es gente como Kant la que está tan ciega que critica intervenciones en defensa de estos derechos, como las que por ejemplo llevó a cabo Estados Unidos en Corea y Vietnam en defensa de valores como la libertad y la integridad física de las personas, y con el objetivo de acabar con regímenes tiránicos, genocidas y asesinos (por desgracia la primera de estas empresas no salió del todo bien, y ya no hablemos del segundo que fue un desastre absoluto). 

Otro aspecto que es, en mi opinión, mejorable es el hecho de que Kant proponga que los gobernantes tengan en consideración especial las aportaciones políticas de los filósofos, cuando en realidad para garantizar la igualdad de la ciudadanía han de tenerse en cuenta todas las ideas en general, sin importar si quien las enuncia es o no es filósofo, si es rico o pobre, entre otras características (este principio parece más bien enunciado por un platónico que por un liberal).

Por último, y como principal error (y éste es el que más me pesa), es que querer acabar con la guerra es algo utópico, porque podrán reducirse en número pero no extinguirse, puesto que como siempre existirán conflictos de intereses entre los seres humanos, siempre existirán conflictos bélicos entre los mismos.

Análisis de la crítica al principio de causalidad de Hume



David Hume fue un filósofo del S. XVIII que destacó por ser uno de los máximos exponentes del empirismo y de la Ilustración Británica. Según Hume, todo conocimiento a de proceder de la experiencia para que éste pueda ser considerado como válido y aceptable. Uno de los pilares de las tesis empiristas de Hume es el concepto de "relación causal ", la cual consiste en una conexión necesaria entre dos ideas o impresiones. Las relaciones causales, aclara Hume, no son relaciones de ideas, puesto que no podemos esclarecer las consecuencias de cualquier fenómeno si no lo observamos con anterioridad, puesto que iríamos en contra de la experiencia; sino que son cuestiones de hecho, en las que imperan precisamente las leyes de la experiencia y de la observación. En concreto, la reflexión que lleva a cabo el filósofo británico sobre este tema se centra en la crítica que éste desarrolló sobre el principio de causalidad (o idea de "conexión necesaria"). Para Hume, como las relaciones entre las causas y los efectos no pueden demostrarse en base a la experiencia, no pueden tenerse en cuenta como un conocimiento válido; sin embargo, las tenemos en cuenta como tales pero ¿por qué? Pues, según Hume, porque es nuestra costumbre, nuestro hábito creer en la certeza de estas relaciones, la cual se debe a su vez a nuestro convencimiento sobre la regularidad de la naturaleza, y es por ello, que tendemos a hacer predicciones sobre el futuro. No obstante, como ya comenté anteriormente este planteamiento es para Hume un error.




Ahora bien, ¿tiene razón Hume? En mi opinión, tiene razón parcialmente. Es innegable, y en esto se equivoca el filósofo escocés, que existen relaciones de causa-efecto que pueden atribuirse a una serie de situaciones y casos concretos; el problema aquí es que, como todo en esta vida, siempre hay excepciones, de tal modo que es imposible definir con exactitud cuales son estos casos concretos, por lo que siempre nos vemos expuestos al error (he aquí la parte en la que Hume tiene razón). No obstante, que sea imposible determinar el campo que comprenden tales relaciones no significa que este no se encuentre acotado, simplemente significa que dichas cotas escapa a nuestro entendimiento.



En torno a este problema, reflexionaron otros importantes filósofos deseosos de resolver el problema que había dejado abierto Hume, como Immanuel Kant (filósofo ilustrado prusiano del S. XVIII), quien basándose en la ciencia de Newton, trato de llegar a partir de elementos simples a conocimientos generales que fueran aceptados sin necesidad de demostrarlos mediante la experiencia (juicios sintéticos "a priori"). Sin embargo, a mi entender, el planteamiento de Kant también es erróneo parcialmente (de hecho, aunque el filósofo prusiano trató de resolver el problema planteado por Hume, desde mi punto de vista, su respuesta sólo empeoró la situación) ya que de este modo, al aceptar conocimientos generales, y teniendo en cuenta que como ser humano que es no es capaz de vislumbrar los límites a los que estos llegan (con sus excepciones incluidas), incurrirá necesariamente en el error tarde o temprano.

Aclarado esto, ¿por qué pienso que el planteamiento de Hume es mejor que el de Kant? Pues porque aunque con el planteamiento humeano no podemos tener en cuenta muchos conocimientos como válidos al menos no nos equivocaremos, como sí haríamos si siguiésemos el planteamiento kantiano. Además, el modelo de Hume, es más realista, ya que a diferencia de la mayoría de los filósofos (entre los que se incluye Kant) es consciente de que el ser humano no está capacitado para adquirir un conocimiento total del mundo que le rodea, es decir, de la realidad, porque pese a quien le pese (y no es con ánimo de ser pesimista), nuestro conocimiento es y siempre será limitado.



domingo, 15 de marzo de 2015

Leibniz, el sucesor de la filosofía cartesiana


Gottfried Wilhelm Leibniz fue un famoso filósofo racionalista del S. XVII nacido en Leipzig (actual Alemania) en 1646. Desde muy joven se puso en contacto con numerosas corrientes filosóficas como la aristotélica, la escolástica y la cartesiana; y con su introducción en la política, continuó estudiando las diferentes corrientes racionalistas llegando incluso a conocer al ilustre filósofo holandés Baruch Spinoza.

A pesar de que el pensamiento que tomó Leibniz inicialmente fue el cartesiano y que defendió muchos de sus aspectos, también cabe reseñar que criticó muchos otros, especialmente, el afán de Descartes por demostrar que la realidad y sus constituyentes (las sustancias) se fundamentan en relaciones de carácter matemático y geométrico. 
Valoración personal: aunque comparto este último aspecto de su filosofía, los argumentos que proporciona Leibniz para desmentir las afirmaciones que Descartes realiza en favor de la "matematicidad" del mundo me parecen insuficientes y poco satisfactorios; en mi opinión, para "echar abajo" esta tesis del filósofo francés basta simplemente con hacer referencia al Principio de Entropía, el cuál (demostrado científicamente) afirma que en la naturaleza todo tiende al caos, y donde hay caos no hay armonía, así que es evidente que en el mundo no puede estar todo constituido por relaciones matemáticas y geométricas, ya que son necesariamente armoniosas.

Otro punto divergente entre la filosofía cartesiana y la de Leibniz también guarda relación con el mundo, ya que a diferencia de Descartes, Leibniz no le atribuye a éste como cualidad principal la "extensión" (la cual rechaza) sino la "fuerza", ya que todo movimiento que se produce, incluso el del universo en conjunto, está motivado por una fuerza (lo que Leibniz trata de demostrar mediante el cálculo infinitesimal); precisamente, el filósofo de Leipzig criticó a Descartes por no explicar con claridad estos movimientos ("dinamismo").
Valoración personal: a mi entender, aunque ni la tesis de Descartes ni la de Leibniz me convencen demasiado, me parece más acertada la de Leibniz ya que posee un mayor rigor científico, puesto que el "dinamismo" y la idea de que todo movimiento es provocado por una fuerza no dejan de ser conceptos newtonianos demostrados hoy en día.

Otro de los temas sobre el que reflexiona Leibniz es el de la sustancia, a la cuál denomina "mónada" y consiste en una fuerza, siendo además, para el filósofo alemán, única, indivisible y lo único real. Sin embargo, en este punto Leibniz se contradice a sí mismo ya que él mismo afirma la existencia de múltiples sustancias y de la relación armoniosa que estas mantienen.
Valoración personal: en mi opinión, lo que aquí propone Leibniz carece totalmente de sentido, no sólo porque se contradice a sí mismo, sino porque de nuevo no ofrece argumentos y explicaciones contundentes para demostrar sus reflexiones, al igual que le sucedía a Descartes (como por ejemplo, en la afirmación que el francés usaba para demostrar la existencia de Dios explicando que lo que existe es más perfecto que lo que no existe, cuando tal relación, como decía Kant, no tiene porqué darse).

Por último cabe destacar que, Leibniz distinguió dos tipos de conocimiento: las verdades de razón, las cuales se deducen simplemente con el análisis de los enunciados que las constituyen (como la lógica y las matemáticas), y las verdades de hecho, las cuales se asimilan mediante la observación y la experiencia. En esta cuestión Leibniz vuelve a distanciarse de Descartes, puesto que para el filósofo francés todo conocimiento podía adquirirse mediante la razón.
Valoración personal: en este sentido, me parece mucho más coherente el punto de vista de Leibniz que el de Descartes, ya que nuestro conocimiento no puede limitarse, obviamente, a meros juicios racionales, sino que éste ha de ser contrastado mediante la experiencia.

En conclusión, Leibniz fue un filósofo que sucedió a Descartes en el pensamiento racionalista, y que incluso en algunos aspectos de su filosofía (como la distinción de tipos de conocimiento). se iría acercando, desde mi punto de vista, al empirismo posteriormente desarrollado por pensadores como John Locke y David Hume.